Increíble, pero cierto. El universo de los logotipos se y nos está dando un respiro. Los clubes toman nota de las recientes revueltas populares generadas por la alteración de escudos y viran hacia una estrategia prudente y astuta: implementar un emblema temporal y observar qué ocurre. Los equipos, para no quemarse, envían mensajes efímeros a sus aficionados. Algunas camisetas presentadas este verano me recuerdan a la fatídica frase ya vamos viendo.
El cañón del Arsenal se ha asentado como crest alternativo de los londinenses recibiendo una gran acogida, en parte por su connotación retro, en parte por no tratarse de un cambio definitivo.
Y qué decir del Lupetto de la Roma, un elemento identitario irresistible para el consumidor y para todas las marcas que han vestido a los giallorossi en las últimas décadas. No puede ser casualidad que Asics, Diadora (que lo llevó a la manga de forma brillante), Kappa, Nike, New Balance y la recién estrenada Adidas hayan acudido a un logo temporal que es a la vez eterno. Bravi.
En las últimas semanas, Barça, Olympique de Lyon o Udinese, entre otros, han lanzado equipaciones con un escudo especial que no sacude los estatutos ni provoca vestiduras rasgadas. Una casaca alternativa del Manchester United con un diablo por emblema está al caer y seguro que otros se apuntan a una tendencia que es acción-reacción ante las quejas del hincha, particularmente irascible a los cambios identitarios.
Un escudo para la ocasión me parece una buena idea. Refuerza la narrativa detrás de las prendas —estaremos de acuerdo en dar la bienvenida a todo recurso que ayude a diferenciar—, permite a clubes y fabricantes la ansiada innovación con la que potenciar las ventas y satisface la voluntad extendida entre los futboleros, que gritan o tuitean al unísono que #elescudonosetoca. No deja de ser irónico que estén, en líneas generales, encantados con estos cambios que demuestran que #elescudosísetoca.
¿Dónde nos llevará la actual desaceleración simbólica? Es probable que los equipos empiecen a contar hasta 100 antes de tocar un asset tan valioso, reconocible y potente como el escudo. Clubes y agencias se arman de razones y hasta convencen al público general, pero se trata de una batalla perdida a priori. El escudo es un producto distinto sujeto a reglas irracionales. Cualquier tecla que se toque duele, diga lo que diga el manual.
El emblema es otra cosa. Nada más y nada menos que la representación gráfica de un sentimiento. Los jugadores están de paso, pero los símbolos y los colores se supone que son para siempre. A esa esperanza se aferra hoy el hincha para no sentirse solo parte de la clientela. Aunque sea una ilusión óptica.